martes, julio 18, 2006

Viaje a Ámsterdam

Lo prometido es deuda, y Josep acostumbra a hacer aquello que promete... (sí, quedan los consejos de viajes parte 2, pero tiempo al tiempo...).

Ámsterdam, primer día.

Nada más salir de casa bichito y yo pedimos un taxi para ir al aeropuerto. El señor taxista (en un post anterior dije que eran chulos, ahora vamos a poner por las nubes al gremio) había estado justo la semana anterior en Ámsterdam y nos comentó algunas cosas que realmente nos fueron muy útiles para movernos como peces en el agua.

Volamos con Transavia, compañía que nunca antes había cogido, pero que probablemente volveremos a coger algún día, puesto que son puntuales y serios. A la llegada Schipol recogimos las maletas y cogimos un tren hacia Centraal Station.

Al llegar a Ámsterdam lo primero que ves es una plaza mediana con un montón de vías para los tranvías. En un primer momento parece que estés desorientado, pero enseguida entiendes el sistema, puesto que la gran mayoría de tranvías tienen inicio y final en Centraal Station, únicamente hay que fijarse en el número.

Nuestro tranvía podía ser número 2 y 5. En cuestión de menos de 20 minutos atravesamos las calles principales de Ámsterdam y llegamos a la parada del Museo de Van Gogh, donde teníamos el hotel. Un hotel limpio y moderno, en un edificio un poco antiguo, pero los servicios y las habitaciones estaban reformadas y decoradas con mucho gusto.

Por la tarde nos fuimos a visitar un poco el centro de la ciudad y nos acercamos hasta el mercado de las flores.

Si hay algo que caracteriza Ámsterdam como ciudad es la cantidad de flores que hay en los parques y en las tiendas. Creo que hay tantas flores como bicicletas, así que os podeis hacer una idea de cómo es la ciudad.

Ámsterdam da sensación de seguridad, tanta como sensación de turismo. Creo que toda la ciudad basa su economía en el turismo. La cantidad de mezcla de gente se deja ver en sus calles. Los habitantes y servicios son extremadamente amables, cosa que hace la visita mucho más sencilla y agradable.

Después de habernos pateado todo el centro de la ciudad (calle Rokin sobre todo) nos fuimos a dar un paseo al atardecer y a cenar. El sol reflejado en la arquitectura de Ámsterdam y en sus canales hace que el paseo tenga ese punto romántico que toda pareja busca en un viaje.


Y por la noche, como no podía ser de otra manera nos acercamos a los escaparates donde se venden servicios sexuales (qué fino me ha quedado esto). Fue el único momento y la única zona donde la sensación de seguridad se hunde en los canales, puesto que es muy curioso ver a grupos de tíos borrachos paseando por las calles estrechas en busca de sexo (caro, pero sexo). Y como es de esperar en un sitio así, había de todo, chicas impresionantes, chicas no tan impresionates y algo que parecía ser chicas...
Esto es una foto de recreación de cómo es una cabina, está en el Museo del Sexo de Ámsterdam, en el barrio Rojo. Está prohibido hacer fotos directamente a los escaparates. En caso contrario, el personal de control (que suele estar de brazos cruzados en las esquinas) te rompan algo más que la cámara de fotos.

Ámsterdam, segundo día

Nos amaneció lloviendo, pero eso no iba a ser impedimento para que bichito y yo pudíeramos visitar aquello que habíamos planeado. En primer lugar fuimos al Museo Van Gogh, donde después de una cola terrible donde casi había avalanchas pudimos entrar a contemplar los cuadros de los mejores pintores impresionistas. Cuál fue mi sorpresa, que creía que no me iba a encontrar el cuado de los girasoles, puesto que ya lo había visto expuesto en la National Gallery de Londres, pero resulta que Van Gogh pintó 3. Qué cachondo! Por supuestísimo, prohibido hacer fotos.
Como podréis observar, cuando Tintín dejó los dibujos y a su perro Milú en una perrera de Ámsterdam, se metió a vigilante del Museo Van Gogh.

Después de ver el museo de Vicente, nos acercamos al Museo de los Diamantes, donde hacen exhibiciones de pulir el carbono a alta presión hasta conseguir diamantes. Un rato después nos fuimos hasta la plaza Damm a comer y a visitar la iglesia nueva, donde bichito, con un par, hizo fotos de donde le salió del mismísimo instinto artístico (olé mi niña!). Después, nos dirigimos con el tranvía número 13 hasta la casa de Anna Frank.


Estuvimos casi una hora de cola esperando para poder entrar, además la entrada no venía incluída en la Ámsterdam Card. La Ámsterdam Card es una tarjeta (de 24, 48 y 72 horas) que incluye todas las entradas a los museos principales y uso ilimitado del transporte público.


La verdad es que fue una de las cosas que más me gustó de Ámsterdam, poder estar en el edificio donde Anna Frank y su familia estuvo encerrada de manera clandestina más de dos años, antes de que un chivatazo advertiera a los nazis de su ubicación y fueran deportados a los campos de exterminio. El edificio se puede visitar en su práctica totalidad y aún se conservan algunas paredes, objetos y el diario original de Anna Frank.


Por la noche cenamos en un romántico paseo en barco de una hora, por 18,75 € por persona te dan cena (tabla de quesos y vinos) y un paseo guiado por los principales canales de la ciudad; incluso se sale a mar abierto para ver el grandioso dique con el que van ganando terreno al mar.



Ámsterdam, tercer día

El tercer día por la mañana nos acercamos hasta el Rijksmuseum, un museo donde se convervan algunas obras de Rembrandt. El museo está bastante bien, tiene muchos cuadros y es bastante recomendable. Lo peor es la cola que hay que hacer para entrar, pero va algo más rápida que en el de Van Gogh.


Después nos fuimos de mercadillos, primero uno tradicional donde se vendían todo tipo de productos (carne, pescado, quesos, zumos, panes...). Me impresionó sobre todo la gran variedad de panes que tienen, algunos tenían una pinta buenísima!


La tarde del tercer día la dedicamos prácticamente en ir a comprar los regalos de familiares, amigos y allegados. La calle principal de compras es también la más transitada y céntrica, por lo que prácticamente siempre estuvimos en el centro de la ciudad.


Faltaba algo, ¿eh? Evidentemente muchachos y muchachas, que fuimos a probar los placeres prohibidos en el resto de Europa. Un coffeeshop! Los coffe's son baretos más o menos normales donde a parte de vender bebidas también venden marihuana y hachís, y la gente fuma a su antojo. La gran mayoría tienen carta, como si de un restaurante se tratara donde te indican la potencia, el efecto y la duración de los principios activos.
Atención: este anuncio no es de un medicamento, manténgase fuera del alcance de los niños. Consulte a su coffeshopero de confianza.

No me acuerdo de la variedad de esta bolsita, cuesta unos 15 € y tienes para bastantes veces. La verdad es que pega un viaje bastante guapo (eso dicen, claro está).

Ámsterdam, cuarto día

El último día lo pasamos viendo un molino holandés tradicional. Como el avión no salía hasta las 18 h. decidimos dejar el equipaje en la consigna del hotel y aprovechar la mañana. Nos explicaron el sistema con el que funcionan los molinos, algunos son para moler cereales y generar electricidad, pero otros muchos tienen la función de desaguar los canales cuando el nivel sube por encima de lo establecido.


Una vez visto el molino, vuelta a los tranvías, a Centraal Station y a Schipol, uno de los aeropuertos más grandes y con más tránsito de Europa.





De vuelta, Transavia (hijos de la gran KLM) salió super puntual y llegamos a Barcelona 20 minutos antes de lo previsto, gente sería, oiga. Los precios no son demasiado caros y la verdad es que el servicio es como el de cualquier compañía de bajo coste. Incluso algo mejor, porque si el avión tiene algún problema te ponen uno de KLM.

Y aquí acaba nuestro viaje a Ámsterdam, entre tulipanes, flores, y bicis... Una escada super recomendable para unos 3 o 4 días, no más. Espero que la crónica, en la que he tardado más de una hora, os haya gustado. Sed felices.

1 Comments:

At miércoles, julio 19, 2006 3:50:00 a. m., Anonymous Anónimo said...

Casualidades de la vida, tu relatando hoy en el blog nuestro viaje y yo contándoselo a mi compañera de trabajo, como nota a resaltar, contamos la historia casi igualita (destacamos del viaje las mismas cosas), con el pequeño detalle de que te has olvidado mencionar que también estuvimos en el museo histórico el segundo día. Es casi imposible no sonreir cuando recuerdo aquellos días, me hace sentir feliz, entre otras cosas porque nos hizo volver a conectar, Amsterdam me hizo ver lo maravilloso que es pasar los días a tu lado. Ojala todos los viajes que hagamos sean igual de bonitos, intensos y nos unan tanto como este. Te quiero muchísimo.

 

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